Feminismo embarrado

 Publicado en revista Compañero, No 11, Año 4, 6a época.

Los feminismos en su diversidad son parte del horizonte de luchas de los tiempos que nos tocan.

¿Desde dónde escribo? Parto de la definición de feminismo de bell hooks como movimiento que lucha contra el sexismo, la opresión sexista y la opresión. Esto implica, entre muchas cosas, pensar al feminismo en un vínculo irrenunciable entre teoría y praxis, entender que hay conocimiento que no sale solamente de la academia sino que surge de la lucha política y que esto en sí mismo es un campo de batalla. Considero que no debemos pensar la teorización aislada de la práctica y vacía de compromiso político encarnado en la realidad actual. Necesitamos decolonizar el conocimiento apostando a pensar en contextos concretos y desde la riqueza del proceso histórico actual.

Estamos ante una nueva ola del feminismo que tiene algunas particularidades interesantes: la masividad, las características de su internacionalismo, la cibermilitancia, la intergeneracionalidad son solo algunas. Existen características de esta ola que estamos viviendo que creo importante analizar en este artículo.

¿Quién es el sujetx del feminismo? En las últimas décadas ha crecido el debate sobre quién es el ‘sujeto’ del feminismo complejizando la conceptualización del término mujer como categoría homogénea, universal con intereses y deseos idénticos, sin importar clase, raza-etnia, geografía que puede explicar una situación de “igual” opresión en todo el mundo para los cuerpos feminizados. Las afro feministas comienzan en la segunda ola del feminismo a cuestionar esta mirada, continuaron el camino las lesbianas y desde entonces no ha parado de crecer este debate al que se sumaron las mujeres del continente asiático desde la perspectiva poscolonial, las lecturas desde los pueblos originarios, el transfeminismo, la teoría queer entre tantas otras miradas críticas. Miran de forma crítica al feminismo hegemónico o eurocentrado que produce un universalismo de género que se proyecta a toda la humanidad, cuando en realidad refleja la experiencia histórica y contextual de las mujeres blancas de occidente. Denuncian un discurso blanco burgués feminista que niega las diferencias entre “las mujeres”. Las lógicas de colonización tienden a eliminar la heterogeneidad. Si decimos que el sujeto del feminismo son las mujeres estamos dejando que el movimiento sea una herramienta de normalización en la sociedad capitalista. El término ‘mujer’ a secas, carece de sentido o ha cobrado sentidos racistas y clasistas.

Por eso se hace fundamental otra de las características de esta ola que es la interseccionalidad, que no hace referencia a la diversidad o a la multiculturalidad o a las diferencias de identidades sino que hace referencia a cómo las diferentes opresiones se viven en el cuerpo. No es justo tener que elegir si soy oprimida como mujer, como afrodescendiente, como clase trabajadora, etc. Las categorías (raza, género, clase, etc.) no son homogéneas. La interseccionalidad nos muestra un vacío, la necesidad de evitar la separabilidad de las categorías y la necesidad de entenderlas como entramados o fusionados indisolublemente así podemos llegar a ver realmente al otrx.

Estamos en una etapa del feminismo que es anticapitalista y donde han tenido fuertes críticas las líneas de feminismo liberal, o feminismo del poder, o feminismo de lo posible o feminismo institucionalizado. Encontramos un feminismo marxista que ha tomado cada vez más fuerza, que hace énfasis en la división sexual del trabajo y en el trabajo no asalariado de las mujeres en el hogar. El histórico reclamo de 8 horas para el trabajo, 8 horas para el ocio y 8 horas para des- canso no refleja que para las mujeres las horas del ocio eran reemplazadas por horas de trabajo reproductivo no pago en el hogar (cocinar, man- tener la higiene del hogar, cuidar a la niñez y personas enfermas, etc.).

Un feminismo de alianzas con otras luchas. ¿Podemos pensar una lucha hacia el socialismo que no nos fuerce a elegir entre opresiones? La jerarquización de los sujetos es una mirada eurocentrada, androcéntrica y colonial que atraviesa también a las teorías críticas revolucionarias. ¿Podemos pensar un proceso de transformación social superando nuestros dogmatismos?

Desde todos estos cuestionamientos, a partir de los años 90, crece la mirada de un feminismo decolonial que tiene una perspectiva revisionista de la teoría y la propuesta política del feminismo desde lo que considera su sesgo occidental, blanco y burgués. Cuestiona así al feminismo hegemónico y hace visibles las conexiones entre modernidad, capitalismo, patriarcado, racismo y democracia liberal.

La invitación entonces desde el feminismo decolonial es a pensar de forma situada, desde una geografía, una historia, un contexto, una cultura, respetando las heterogeneidades y construir conocimiento desde ahí.

El Montevideo alejado de los seminarios feministas. Situándonos en los barrios de la periferia montevideana de hoy surgen las siguientes preguntas: ¿Qué pasa con las mujeres más vulneradas, más golpeadas, las más pobres? No queremos un feminismo de vanguardia de unas pocas académicas, queremos un feminismo que no deje a estas mujeres afuera. ¿Cómo dialogamos? ¿Cómo traducimos? ¿Cómo generamos posibilidades de diálogo? ¿Cómo disputamos ese territorio? Ese territorio lo han ganado las lógicas conservadoras como las iglesias neopentecostales. El feminismo que se centra en reclamos al Estado, por leyes y por protocolos, algo que debe hacerse por supuesto, si no agrega la lucha por los territorios, por generar colectividades y subjetividades, estamos entregando gran parte del partido y gran parte de la potencia del feminismo. Tenemos que disputarle al capitalismo patriarcal las subjetividades, los deseos, la capacidad creativa, la micropolítica que es capital capturado por el sistema para concentrar poder y para el consumo. Cómo poner a funcionar esta energía en pos de un proyecto transformador y no como parte de la máquina productiva.

Para generar diálogo ¿cuál es el lenguaje que nos permite dialogar con estas mujeres desde el feminismo? Históricamente y hasta el día de hoy muchas mujeres organizadas de los grupos sub- alternos no se sienten atraídas ni convocadas por la lucha feminista, que muchas veces hace planteos que parecen alejados de su realidad. A esto podemos sumar la resistencia de sus compañeros varones de sus grupos de pertenencia y la estigmatización del feminismo. Esto ocurre aún cuando hay cierta conciencia de opresión de género.

Muchas de las mujeres en los barrios periféricos participan de ámbitos religiosos, ¿cómo dialogo con mujeres que están en las iglesias neopentecostales que demonizan al feminismo? Se interpreta en muchos análisis a la religión como la causa central de la desigualdad de género en estas mujeres, privándoles así de una auto-presencia, de potencia propia. Al participar en una ámbito religioso conservador se las piensa como por fuera de su tiempo, de la historia y excluidas de los procesos de cambio. Esta mirada que las infantiliza y las coloca en un lugar de ‘no poder’ nos aleja de poder pensar estrategias que combatan la opresión. Para salir de este lugar de enunciación tenemos que poder pensar por fuera de la generalización fácil de “mujer de la iglesia” y pensarlas de forma local y política. Para eso tenemos que entender las contradicciones inherentes al lugar de estas mujeres en el barrio y en la iglesia para pensar políticas efectivas. Una vecina de Casavalle, esposa del pastor de la iglesia neopentecostal del barrio, su casa es el templo donde vive con su familia, con una estructura muy rígida, con divisiones tradicionales de tareas y roles. Cuando su esposo se enferma ella expresa la esperanza de que “vuelva renovado” haciendo referencia a su deseo de una forma de relacionamiento familiar menos vertical y con mayor libertad emocional. ¿Cómo trabajo esas contradicciones inherentes de una mujer que vive en una iglesia neopentecostal, en medio de un tiempo de una ola feminista caracterizado por su masividad y comunicabilidad gracias a las redes sociales?

Si quiero dialogar con ellas ¿cómo me paro ante la religión? Desde el grito de “iglesia, basura, vos sos la dictadura” seguro que no tengo diálogo posible. Mi lucha feminista abierta contra la religión en este contexto solo hace más difícil el crecimiento de una conciencia de género. Si quiero dialogar con ellas, me pregunto cómo hago la articulación entre mi crítica al mandato de maternidad con sus creencias que tienden a valorar a la mujer en cuanto madre, en un contexto social donde la maternidad es valorada por muhcas mujeres como el único proyecto personal posible.

Una teóloga feminista Ivone Gebara ante el aumento de los adeptos a las iglesias en los barrios populares de América Latina, en donde estas iglesias aparecen como un nuevo poder masculino sobre las vidas de las personas, nos invita a poner en paréntesis brevemente el poder político de las religiones para comprender la compleja vivencia humana ¿A qué necesidades humanas responde esta presencia?. Nombra 7 poderes de la religión para aliviar los males de las personas: el poder de sentido, el poder del límite, el poder de la seguridad, el poder organizador e la vida, el poder del consuelo y del perdón, el poder de la celebración simbólica de la vida, el poder de incidir en los rumbos de la historia. Desde estos poderes para las mujeres de sectores populares la religión es esa cuerda de la que nos sostenemos para evitar caer en el precipicio del vacío. A muchas mujeres limitadas a lo doméstico por el poder patriarcal les da identidad y un poder más vivible que el de mujer pobre de un barrio de la periferia montevideana. Entender esto nos permite acercarnos de forma más acertada y desde lugares que nos habiliten el diálogo. Tenemos la responsabilidad emancipatoria de ser creadorxs de sentidos que nos habitan de forma recíproca e interdependiente. Esto no se hace solo desde la conciencia racional sino también desde las emociones, amistades, relaciones, sueños y compromisos. Tenemos que sacarle la cara masculina a la fe y transformarla en urgencia para dividir y repartir el pan para que no haya hambre. Renunciar a nacer de la costilla de Adán para pasar a crear el parto de nosotras mismas.

Si me pienso parada desde este territorio me pregunto cómo captar el deseo y la creatividad volcada hacia la institución religiosa para ponerlo al servicio de la posibilidad de procesos personales y colectivos transformadores. Cómo retirar ese deseo de ser mercancía en el mercado de las religiones para que se transforme en religión como ética que invita a salir al camino al encuentro con lxs caidxs.

En la vida de un barrio no estamos en general en el terreno de la especulación teórica, sino en el de los sucesos cotidianos donde alguien perdió el empleo, alguien nació, otra persona lleva a su hijx al jardín. Es en lo cotidiano donde aprendo de solidaridad y a luchar por derechos, porque la falta de saneamiento no es un número porcentual de una tabla, es un niño con parásitos, es la presencia de ratas que transmiten enfermedad a mi vecinx, etc. Pero la cotidianeidad no está por fuera de la historia y capaz que está en su centro. Para el feminismo lo cotidiano es político y eso es una fortaleza que nos permite un ámbito de encuentro y diálogo. 



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